Uno de las grandes méritos de esta serie fue la concepción de una misión estelar con una tripulación multi cultural. En tiempos tan convulsionados como los años 60, Star Trek presentaba en horario familiar a un equipo estadounidense que coexistián con un japonés, un ruso, un escocés, una mujer afroamericana y Spock, mitad extraterrestre y mitad humano. Ese papel cuya raza vulcana se guiaba por la razón, contrapunteaba los valores humanos y funcionaba a la perfección en cada episodio.
Las emociones que nos guían como raza eran el objeto de la fascinación de Spock y mirada inquisidora lógica, con ceja levantada incluida. Gracias a él se cumplía el propósito de resaltar lo mejor y lo peor de la humanidad.